En el post de fecha 22 de noviembre de 2016, dentro de la serie que denomino "retablo fotográfico de cántabros ilustres", hacía referencia al escritor Amós de Escalante y al político, bibliófilo y erudito Fernando Fernández de Velasco, los dos cántabros presentes en la fotografía realizada en Roma en los primeros días de enero de 1861, con motivo de la presencia en la Ciudad Eterna del escritor Pedro Antonio de Alarcón. Sobre dicha imagen y las relaciones cruzadas de algunos de los personajes presentes en ella ya he publicado varios post, pero siguen saliendo a la luz novedades que me hacen volver sobre el tema.
El pasado jueves 2 de mayo se inauguró en las casonas del Águila y de la Parra de Santillana del Mar, la exposición
Retratos del Palacio de Soñanes de Villacarriedo obras de Domingo de Carrión, colaborador de Diego Velázquez, y se presentó un estudio publicado por los profesores de la Universidad de Cantabria Aurelio A. Barrón García y Miguel Ángel Aramburu-Zabala Higuera, En dicha exposición, además de los cuadros objeto del
estudio y que constituyen su motivo principal, se expone un
busto de mármol realizado por el escultor Juan Figueras y Vila
(1829-1881) que disfrutaba de una pensión para estudios en Roma y con el que coincidió en la fotografía de grupo con motivo de la visita de Alarcón. Esta obra es una nueva muestra del fecundo ambiente de relaciones personales y artísticas entre la colonia de españoles residentes en Roma, que forjaron amistades, relaciones y encargos. La obra está fechada en 1861, por tanto está realizada en la primera mitad de dicho año, con posterioridad a la realización de la fotografía con Alarcón, dado que Fernando Fernández de Velasco llegó a Roma en octubre de 1860 y sólo estuvo allí como agregado a la Embajada Española durante nueve meses.
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El escultor Juan Figueras y Vila (1829-1881) |
"La figura es un ejercicio clasicista, de virtuoso y delicado acabado. El tratamiento a trépano del peculiar peinado de Velasco evoca la figura helénica de un efebo. El busto se mostró en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1862 y, más tarde, se dispuso en el gabinete del palacio de Soñanes que antecedía a la biblioteca" según se indica en el estudio de los profesores Barrón y Aramburu-Zabala.
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Busto de Fernando Fernández de Velasco, Juan Figueras, Roma, 1861. Cantabria, colección particular |
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Busto de Fernando Fernández de Velasco |
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Inscripción al dorso del busto, J. Figueras, Roma, 1861 |
En la fecha de su estancia en Roma,
Fernández de Velasco y Pérez de Soñanes (1835-1912) tiene 25 años, y acababa de heredar a la muerte de
sus padres una cuantiosa fortuna y las rentas del mayorazgo.
Los retratos objeto de la exposición fueron adquiridos por Fernández de Velasco, miembro de una rama secundaria de la gran familia Velasco, con objeto de "crear en el palacio de Soñanes en Villacarriedo una evocación histórica del pasado con una magnífica biblioteca y una colección de pintura que especialmente trataba de resaltar las raíces de sus apellidos", como se indica en el estudio antes citado.
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Fernando Fernández de Velasco (de pie a la izquierda) y Amós de Escalante (sentado a la derecha) |
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Fernando Fernández de Velalsco |
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Fernando Fdez de Velasco, Altobelli y Molins, circa 1860. Colección Pedro Antonio de Alarcón. Museo Lázaro Galdiano |
Fernando Fernández de Velasco y Pérez de Soñanes,
según la entrada que le dedica la Gran Enciclopedia de Cantabria,
descendía de las viejas estirpes montañesas de Velasco y de Díaz de
Arce, estudió Derecho en Madrid y todavía muy joven acompañó a su madre,
Jacinta Pérez de Soñanes, la cual como emisaria del Conde de Montemolín
(Carlos de Borbón, pretendiente carlista al trono de España), recorrió
las principales cortes europeas buscando apoyo para el que habría de ser
fallido pronunciamiento en San Carlos de la Rápita.
Velasco fue
agregado a la Embajada de España en Roma (1860), y entró luego de lleno
en la política; fue diputado tradicionalista por Santander (1867), y el
pretendiente Carlos VII le nombró comisario regio en Cantabria para que
alzase tropas y organizase juntas para la inminente guerra. Fue el alma
del carlismo en la provincia, y preparó un plan para apoderarse de
Santander, que fracasó por la indecisión de las tropas, y a pesar de
que sus cargos eran civiles participó en las batallas de Abanto,
Somorrostro y Valmaseda. Acabada la guerra marchó al exilio (febrero de
1876), y cuando regresó de Francia a su palacio de Villacarriedo
continuó defendiendo en la prensa sus antiguas ideas. Tuvo gran
intimidad con Menéndez Pelayo y con Pereda, quién le regaló el
manuscrito de
El sabor de la Tierruca, y contribuyó
profusamente en revistas y periódicos con trabajos históricos y
genealógicos. Fue entendidísimo en libros y bibliófilo de tal altura,
que logró reunir en el
Palacio de Soñanes una biblioteca excepcional.
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Palacio de Soñanes en Villacarriedo, foto A. Redón, Torrelavega, Circa 1900 |
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Escalante, Velasco, Alarcón con otros artistas españoles en el estudio de Altobelli y Molins. Roma, enero de 1861. |
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Portada del estudio catálogo de la exposición, y a continuación retrato de Fernando Fernández de Velasco, y algunos re los retratos, obras de Domingo de Carrión, que se muestran en la exposición. |
Según se indica en el estudio cuya portada reproduzco, "En 1865 se hizo retratar por el pintor Ignacio Suárez Llanos. Retratista y retratado coincidían como miembros de la sociedad que fundó y publicó la revista
El Arte en España, para la que Suárez de Llanos dibujó algunas ilustraciones. Figura Velasco con la recién impuesta cruz de la orden de Calatrava bordada en la levita, prenda que vistió habitualmente"...
Con respecto a su indumentaria habitual, reproduzco también algunas citas del mismo estudio que reflejan y definen la imagen que cultivó a lo largo de su vida:
"Marcial Solana dice en su biografía del personaje que Fernando "por el aspecto físico y especialmente por la cabeza y el rostro, e incluso también por el tocado y el vestido, recordaba a los caballeros retratados por Carreño y por Velázquez". Su particular modo de vestir resultaba muy llamativo y fue, para algunos, motivo de ironía. En el semanario carlista
Lo crit d´Espanya de Barcelona, del sector contrario al de Nocedal y Velasco, se inventaba irónicamente un usase dado por Ramón I (Ramón Nocedal) en el que se ordenaba en su artículo cuarto que "el paño para las ropas de los condenados al fuego inquisitorial, se comprará en casa del sastre Solero [...] La hechura ha de ser cosa de D. Fernando Fernández de Velasco, que es persona de mucho gusto para modas antiguas. No hay más que ver las prendas que usa". Otro periódico carlista,
El Cabecilla, también contrario lo definió en 1883 como "el caballero de la triste figura, o de la figura triste". Emilia Pardo Bazán en 1894 lo recordaba "con su chambergo y su apostura del siglo XVII". Arnáiz de Paz lo retrató sumariamente como "prototipo de hidalgos, en el espíritu y el pergeño. Al día siguiente de fallecer, en el periódico La Atalaya apareció la siguiente necrología: "No parecía el finado un caballero de estos tiempos. Su espíritu y hasta su figura pertenecían a la tradición, y nos hacía pensar en aquellos magnates que retrató Pantoja, severos y austeros en su porte, y pródigos y grandes en su interior [...] Algunas veces -hace ya años- venía a Santander luciendo en su levita la roja cruz de Calatrava, y ostentando su perfil de caballero de otras épocas. Valle Inclán hubiera retratado a maravilla al noble castellano de Soñanes. Dos días después, Ramón de Solana ofrecía una visión parecida: "Fue siempre don Fernando hombre de gallarda estampa, de traza muy española, así en su figura de castizo hidalgo, como en su vestir, en el que ponía un singular pergeño, muy bien concertado con su rostro y con su planta y apostura, coronando aquél con una suerte de chambergo que con gran gentileza sabía colocar sobre sus cabellos, rizados igual que el poblado bigote y la pintoresca perilla. Aún son jóvenes muchas personas que le conocieron paseando por las calles de Santander y por las de la Corte su airosa ropilla de terciopelo, en que ostentaba la cruz de Calatrava, que llevó siempre con suma complacencia, aunque nunca con orgullo vanidoso, sino con la graciosa soltura de un natural señorío. Andaba con gallardía y desembarazo, muy erguido y aplomado y con la noble cabeza muy levantada". En resumen, si algunos vieron a Fernando Fernández de Velasco como alguien estrafalario, ideológica y presencialmente, otros lo consideraron prototipo de caballero. En 1862 Cecilia Bölh de Faber le describió como "ese hijo de las montañas, que al adquirir la cultura de la corte, no ha perdido ese sello de honradez y buena fe de su país, que vale más que todas las culturas de ésta, pero que cuando a ella se une, la ennoblece y eleva".
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Fernando Fernández de Velasco, Ignacio Suárez Llanos, Madrid, 1865 |
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Alonso de Velasco, I conde de la Revilla, Domingo de Carrión, Madrid, 1634-35 |
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Casilda de Velasco, I condesa de la Revilla, Domingo de Carrión, Madrid, 1634-35 |
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Pedro de Velasco, caballero de Santiago y señor de Santelices, Domingo de Carrión; Madrid 1625-1629 |
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Manuela de Ballesteros, Domingo de Carrión, Madrid, 1625-1629 |
Sobre la fotografía de grupo realizada en Roma con motivo de la visita de Pedro Antonio de Alarcón, pueden consultarse las siguientes entradas en esta bitácora:
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