sábado, 26 de noviembre de 2016

Retablo fotográfico de cántabros ilustres (5): Amós de Escalante y Fernando Fernández de Velasco

Desde hace tiempo vengo publicando en este blog una serie de post dedicados a mostrar los retratos de cántabros ilustres a partir de fotografías de mi colección. Aprovechando la reciente exposición en el CDIS de Santander de la fotografía de la que están extraídos estos retratos, hoy incorporo los de dos montañeses que por azares del destino coincidieron en Roma en la Navidad de 1860/61, y que durante la visita a la Ciudad Eterna del escritor Pedro Antonio de Alarcón, se retrataron con  él y con otros artistas españoles en el estudio fotográfico de Altobelli y Molins. Me voy a referir hoy al escritor Amós de Escalante (1831-1902) y al político, bibliófilo y erudito Fernando Fernández de Velasco (1835-1912).

Fernando Fernández de Velasco (de pie a la izquierda) y Amós de Escalante (sentado a la derecha)
Ambos pertenecían a la aristocracia ilustrada santanderina, y con toda probabilidad se conocían previamente a su encuentro en Roma. En parte lo demuestra el hecho de que posan juntos en el conjunto del grupo y que Velasco apoya su mano en el hombro de Escalante. En la fecha de la fotografía Escalante tiene 30 años y Fernández de Velasco 25.

Fernando Fernández de Velalsco
Fernando Fdez de Velasco, Altobelli y Molins, circa 1860. Colección Pedro Antonio de Alarcón. Museo Lázaro Galdiano

Fernando Fernández de Velasco y Pérez de Soñanes, según la entrada que le dedica la Gran Enciclopedia de Cantabria, descendía de las viejas estirpes montañesas de Velasco y de Díaz de Arce, estudió Derecho en Madrid y todavía muy joven acompañó a su madre, Jacinta Pérez de Soñanes, la cual como emisaria del Conde de Montemolín (Carlos de Borbón, pretendiente carlista al trono de España), recorrió las principales cortes europeas buscando apoyo para el que habría de ser fallido pronunciamiento en San Carlos de la Rápita.
Velasco fue agregado a la Embajada de España en Roma (1860), y entró luego de lleno en la política; fue diputado tradicionalista por Santander (1867), y el pretendiente Carlos VII le nombró comisario regio en Cantabria para que alzase tropas y organizase juntas para la inminente guerra. Fue el alma del carlismo en la provincia, y preparó un plan para apoderarse de Santander, que fracasó por la indecisión de  las tropas, y a pesar de que sus cargos eran civiles participó en las batallas de Abanto, Somorrostro y Valmaseda. Acabada la guerra marchó al exilio (febrero de 1876), y cuando regresó de Francia a su palacio de Villacarriedo continuó defendiendo en la prensa sus antiguas ideas. Tuvo gran intimidad con Menéndez Pelayo y con Pereda, quién le regaló el manuscrito de El sabor de la Tierruca, y contribuyó profusamente en revistas y periódicos con trabajos históricos y genealógicos. Fue entendidísimo en libros y bibliófilo de tal altura, que logró reunir en el Palacio de Soñanes una biblioteca excepcional



Palacio de Soñanes en Villacarriedo, foto A. Redón, Torrelavega, Circa 1900 

En cuanto a Amós de Escalante y Prieto, historiador, poeta, novelista y periodista, uno de los más destacados miembros de la escuela montañesa, poco cabe añadir a las numerosas biografías y estudios que sobre él hay publicados, pero sí mencionaré por venir al caso, que a raíz de este viaje a Italia publicó el libro Del Ebro al Tíber (1863).

Amós de Escalante y Prieto
Transcribo a continuación un pasaje de dicho libro en el que Escalante hace referencia a su encuentro en Italia con Alarcón:
"También por entonces llegó a Turín mi amigo Alarcón. Pensaba quedarse allí poquísimo tiempo y continuar su viaje, luego dilató bastante su permanencia. Yo pienso que aquel rincón de patria que teníamos allí en la legación, aquel rincón tan español en carácter, en hábitos, en idioma, porque fuera de la patria, los instintos y las costumbres nacionales se depuran, se concentran y se avivan, aquel rincón de patria ejerció en él su poderosa seducción.
¡Cuánto hemos vagado juntos por Vía di Po y Dora Grossa!
Él me recitaba versos suyos, y la atmósfera extranjera prestaba ecos singulares a aquella poesía.
Aquel invierno nos encontramos en Roma... Su pluma colorista y rica siempre de pensamientos ha escrito aquel viaje. ¡Quién no lo ha leído!
Su amistad cariñosa ha escrito en él mi nombre, como yo escribo aquí el suyo; porque como él mismo ha dicho con verdad, los que han visitado juntos Roma son más que amigos. La gran desolada y su tristeza engendran una fraternidad entre las almas, tan íntima y tenaz como la de la sangre.
¡Días inolvidables aquellos de Roma! También allí encontramos un rincón de la patria.
La casa del señor de Sandoval, secretario de la embajada, y entonces encargado de negocios de España, era un hogar cariñoso y apacible donde se ahuyentaban las tristezas nostálgicas que asaltan infatigablemente al peregrino en tierra extraña; y el círculo de artistas reunidos cada noche en el café del Greco, centro hospitalario donde se tendía cordialmente la mano al recién venido y se le daba franco lugar."
También refiere Escalante sus paseos por Roma en compañía de Alarcón, Velasco, otros españoles, y el escultor Viches, director de los pensionados.


Escalante, Velasco, Alarcón con otros artistas españoles en el estudio de Altobelli y Molins. Roma, enero de 1861.

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